Recuperación y síntomas de ictus en ancianos
A lo largo de este post se hablará sobre los ictus en personas mayores. Son una patología que afecta mayoritariamente a personas mayores y ancianos, ya que la edad avanzada es uno de los factores de riesgo asociados a esta enfermedad.
Además, el ictus es la segunda causa de muerte en España y el riesgo de defunción aumenta con los años.
Por ello, es importante conocer los síntomas del ictus para poder controlarlos. Hoy te contamos todo sobre los ictus en ancianos.
¿Qué es un ictus?
El término ictus, del latín golpe, se utiliza para describir las consecuencias de la interrupción súbita del flujo sanguíneo a una parte del cerebro o de la rotura de una arteria o vena cerebral.
En el campo de la medicina, se conoce como ictus a la pérdida del flujo de sangre a una parte del encéfalo, que daña el tejido encefálico. El riesgo de un ictus aumenta debido a los factores de riesgo asociados a la enfermedad, que son comunes en personas de edad avanzada.
Factores de riesgo de sufrir un ictus en ancianos
- Edad avanzada. La edad ya es, de por sí, un factor de riesgo asociado al ictus. Por ello, se debe extremar la precaución y llevar hábitos de vida saludable para prevenirlo.
- Tabaquismo
- Diabetes
- Colesterol alto
- Enfermedad cardíaca
- Aterosclerosis (acumulación de materia grasa y placas en el interior de las arterias coronarias)
- Antecedentes familiares de ictus. También se llama accidente cerebrovascular, ACV, apoplejía, ataque cerebral y derrame cerebral.
Causas y señales de ictus
Como se ha comentado, las causas pueden deberse a diferentes motivos, entre ellos los coágulos de sangre y la ruptura de vasos sanguíneos. Los síntomas incluyen mareo, adormecimiento, debilidad en un lado del cuerpo y problemas para hablar, escribir o entender el lenguaje.
Existen una serie de señales que pueden preceder a un ictus, entre las cuales se encuentran las siguientes. No obstante, en caso de sentirse mal o padecer algún otro tipo de síntoma que haga padecer esto, se recomienda acudir al médico de inmediato para prevenir daños mayores. Las señales más comunes de poder padecer esta enfermedad son:
- Debilidad repentina y pérdida de sensibilidad en cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo.
- Dificultad en el habla o entendimiento.
- Problemas con la visión total o parcialmente.
- Pérdida de la estabilidad y coordinación que supongan problemas para andar.
- Dolores de cabeza sin causa aparente.
Tipos de ictus en ancianos
Por todos es conocido que los ictus son dañinos para el cuerpo. Sin embargo, no todos son iguales. Se puede aprender más sobre el ictus en este post de Albertia dedicado al día internacional del ictus. Existen los siguientes tipos.
Isquémico o infarto cerebral
Es el más común y ocurre cuando se obstruye una arteria cerebral debido a un trombo o coágulo de sangre. El trombo limita la cantidad de oxígeno que llega al cerebro mediante el flujo sanguíneo.
Hemorrágico o hemorragia cerebral
Es menos frecuente y se produce por la rotura de una arteria y derrame de la misma en el cerebro. Por lo tanto, el oxígeno no llega al cerebro, y por ende, las células nerviosas dejan de funcionar.
Consejos para prevenir un ictus
Las enfermedades como los ictus difícilmente se pueden prevenir. Sin embargo, llevar una vida sana y un día a día no sedentario puede ayudar. Estas son algunas actividades que se pueden llevar a cabo para la prevención de un ictus.
- Comer sano y equilibrado.
- Controlar el peso.
- Realizar ejercicio con regularidad.
- Dormir al menos ocho horas.
- Vigilar la tensión arterial y el colesterol.
- Evitar el estrés.
- Dejar malos hábitos como el tabaco y el consumo de alcohol.
- Mantener activo el cerebro.
Recuperación de ictus en ancianos
Para aquellas personas mayores que consiguen superarlo, es determinante la rehabilitación a la que sean sometidas, en tanto puedan reducir el impacto de las lesiones causadas por esta enfermedad.
Es fundamental también el tratamiento precoz de la enfermedad para poder reducir al máximo la minusvalía y evitar la aparición de complicaciones, que pueden causar incluso la muerte.
Los tratamientos a los que serán sometidos los pacientes van a venir determinados también en función de la fase de la enfermedad en la que se encuentren.
En la fase aguda lo importante será centrarse en la prevención de complicaciones, en el tratamiento postural y en la independencia del paciente.
En la fase subaguda y crónica, recuperar el equilibrio y la marcha y recurrir a la cinesiterapia y la fisioterapia de mantenimiento.
Todas estas actividades están destinadas a que el paciente recupere su independencia para llevar a cabo sus tareas diarias.